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«El Grial y la gata», de Jorge Montojo

(En la fotografía: Jorge Montojo, en el centro, flanqueado por Javier Sainz, Luis Racionero, Clara Boluda, Elisabet Arcobé y Juan Francisco de la Rosa)

Lo de la Nueva Eleusis y sus encuentros filosóficos es ya eso que los anglosajones llaman work in progress. Entre los días 20 y 22 del mes en curso transcurrieron las sesiones dedicadas a la heliolatría y el mito (lo es) del Grial. Todo salió que ni pintiparado. El sol acudió a la cita y caldeó la fraternidad, la curiosidad y el anhelo de libertad de las cuarenta personas que, grosso modo, se reunieron en el finisterre de Castilfrío de la Sierra (o de los Gatos, según la versión alegórica -propuesta por mí en memoria del inmortal Soseki- de dicho topónimo). Clausurar el curso y echarse a llover fue todo uno. Transcribo aquí lo que uno de los asistentes –Jorge Montojo, periodista, escritor y buen amigo (ya lo es mío) de Luis Racionero- publicó el día 25 en El Mundo de Baleares

«El Grial y la gata», de Jorge Montojo

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Antonio Piñero, Dragó y la gata, sobre su regazo

«Una gata parió en el VI Encuentro Eleusino organizado por el heterodoxo Sánchez Dragó en la meseta soriana de Castilfrío. Se encontraba a gusto a los pies del caballero del Escarabajo, mientras el trovador Luis Racionero cantaba al Grial como un elemento transuránico que irradia ondas amantísimas y rejuvenecedoras a los puros de espíritu, a los que se atreven a ir por el camino de la aventura y a preguntar -acuérdate siempre de atreverte- con el corazón al Rey herido.

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Dragó y Luis Racionero

»La elegante Victoria Cirlot, con sensual voz hipnótica, nos sumergió en el mundo artúrico y las novelas de Chrétien de Troyes y Robert de Boron, segura de que la búsqueda del Grial es un camino iniciático muy personal que eleva a quien se atreve a vivir poéticamente. Javier Sierra es un fino detective de misterios que nos guió hasta la copa de la catedral de León, caminando por la España mágica que pervive entre la invasión turística. Antonio Piñero se aferraba a los textos de los evangelistas con fuerza dogmática, sin hacer concesiones a la imaginación desbocada que embriagaba a los asistentes.

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Dragó y Javier Sierra

»Álvaro Bermejo nos dio un bautizo mitraico con la sangre de un toro mientras descubría que la nívea Europa es la muchacha de los ojos grandes. Luego Dragó nos hizo correr un encierro más excitante que subir la cuesta de Estafeta perseguidos por los bravos, y descubrió una ceremonia inca que ata a un cóndor ciego sobre el lomo de un toro desangrado, simulacro del sacrificio del Nuevo Mundo, sangre mezclada de un milagro mestizo.

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Dragó y Álvaro Bermejo

»Entre las charlas y debates este cronista se remojaba en el lavadero cristalino de una plaza que continúa hidratando a los rebaños de la mesta. Las bestias beben su agua mientras yo brindaba al solsticio con una bota de vino. La fuerza telúrica del lugar permitía pensar en Ella, la que debe ser obedecida, la Ayesha de Rider Haggard oculta en los campos sorianos. Sensualidad y ascetismo, la búsqueda del Grial y la rueda del Samsara: yo sólo digo mi cantar a quien conmigo va, pero me gusta creer que puedo vivir dionisiacamente, en el éxtasis de la energía, cabalgando sobre leopardos sin ser descuartizado.

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Dragó y Victoria Cirlot

»El Grial reverdece como el laurel de Montségur. Carl Jung diagnosticaría un maravilloso sincronismo entre la gata y la copa, en esta nueva época en que hay que luchar contra la mansedumbre de internet para elevarse sobre el más bajo denominador común de la socialdemocracia.»

(Jorge Montojo, «Danza de Bes», El Mundo de Baleares, 25 junio 2014)

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